













De vuelta al cementerio




Estas lápidas han tenido un pasado lleno de recorridos que pudieron tener significado en algún momento, pero la debilidad de su trazo narrativo y la fuerza de la rutina lo dejó relegado al presente implacable.
La información que tenemos sobre María Maulén Z. (1913-1925) logra resumir nuestro concepto de OLVIDO, convirtiéndose así en un personaje representativo de todos aquellos que han sido olvidados por el tiempo.
Desperté a las 8:45 AM con el sólito rayo de luz que entra por el hoyo del techo en los días de primavera. Hace tiempo que no lo veía brillar tan fuerte. Me levanté, me dirigí al baño y me di cuenta que el agua del lavabo se había evaporado, lo que me extrañó bastante porque la había llenado la noche anterior, la volví a llenar, me aseé y me dispuse a ordenar los géneros, hilos y agujas, recortes y moldes que estaban por toda la habitación.
Preparé el desayuno, pero no pude encontrar el te negro de Mama Blanca, a si que improvisé con unas infusiones de yerbas, aunque sabia que mi abuela se molestaría por no tomar su sagrado te matutino.
Ella está muy enferma y tiene la costumbre de despertar a las 10:00 en punto, pero hoy, cuando a esa misma hora llegué con el desayuno, ella seguía durmiendo. Por un momento me helé de pensar que había perdido a la única persona que se ha preocupado por mí.
Temblorosa, me acerqué y le di una suave remecida y ella abrió sus grandes y medio traslucidos ojos verdes y me sonrió. Aliviada solté una carcajada y juntas comenzamos a servirnos nuestro desayuno.
Después de almorzar me dirigí a la calle Rosas, para comprar algunos materiales que necesitaba para terminar unos encargos que me hizo la Doña Enriqueta hace unos días. La Cordonería Gómez parecía algo cambiada, sobre todo porque Don Jaime no se encontraba atendiendo y en cambio había un joven bien buen mozo, pero bastante torpe.
La tarde estaba cálida, a si que tomé el camino largo a casa para pasear. Noté que la Plaza de Armas tenía nuevos adoquines y bancas repintadas, todo relucía con colores y la gente se paseaba más agitada de lo que recordaba.
De pronto vi pasar a un de las hijas de Doña Enriqueta, Josefina se veía más alta, lucía elegante y caminaba muy estirada del brazo de un joven alto con sombrero. A pesar de conocer a Doña Enriqueta y a sus hijas hace años, ella no me reconoció, debió ser porque con el apuro olvidé sacarme el delantal de costura.
Después de un rato sentada en la banca comencé a sentirme mareada, mis manos se veían más pálidas a si que me apresuré a retomar el camino a casa, anque a duras penas. Cuando por fin estuve frente a la entrada de la casa me desmayé.
Cuando desperté me encontraba en el piso de la cocina junto a la puerta, confundida, me puse de pié para ir a ver a Mama Blanca, pero no estaba, la habitación estaba oscura y las ventanas selladas. Sentí que iba a desvanecerme otra vez, corrí al baño para mojarme la cara y al mirarme al espejo me di cuenta que lo único que se reflejaba en el era una casa abandonada.
OPERACIÓN MATANDO EL OLVIDO